No destruíamos la embajada, pero si mi cama y la pasábamos bomba nuclear a solas. Entre música y silencio. Entre sombras y sonrisas invisibles que percibíamos en cada abrazo por la noche. Recuerdo claramente que ésta fue la segunda canción que intercambiamos. Me las mostraste y me encantó y ahora me habla de ti, de mi, de esos días que cada vez son lejanos pero que insisten en quedarse y a los que quisiera abrirle los brazos como lo haciamos entre nosotros. Sin tristezas.
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